Si algo está claro en estos tiempos turbulentos, es que los mercados se están moviendo en una dirección distinta a la de otras épocas, cuando la marcha de la economía tenía especial impacto sobre las bolsas de valores y el dólar.
La política monetaria de la Reserva Federal, y también la del gobierno de Joe Biden, están consolidando algo que viene de lejos: la bolsa sube si hay liquidez, y cae si se presume que no la habrá. Es verdad, siempre tuvo incidencia este factor, pero el divorcio entre los mercados y la economía ahora mismo es total.
Prueba de ello es lo que sucedió este miércoles, con los datos de inflación. El índice general, que agrupa a todas las variables de la economía, arrojó un insólito 4.2% anual, muy por encima de las metas del banco central, que se encuentran apenas por arriba del 2%, tal como lo manifestó en Jackson Hole el presidente Jerome Powell en octubre pasado.
La Fed prefiere tomarse de la medición que excluye a los alimentos y la energía. No le falta razón en parte, dado que el galón de gasolina casi duplicó su valor en los últimos meses, luego de un desastroso 2020 para el petróleo, que fue revirtiendo su histórica caída de abril de ese año, para llegar a máximos de dos años exactamente 12 meses después.
Pero, como sea, la inflación es que la que se ve -tal vez un poco mayor en algunos ítems- y los consumidores la sufren. El banco central insiste en que ya va a caer, y que con el paso del tiempo todo volverá a la normalidad.
Uno se pregunta si estas afirmaciones, que todos los miembros del Comité de Política Monetaria repiten a coro como si fuera un equipo deportivo, están basadas en estudios serios, o son expresiones de deseos. Viendo el nivel de inyección de dinero en la economía, podríamos pensar en la segunda opción.
El gobierno de Biden, apoyado por gran parte de la prensa internacional y, por lo tanto, por buena parte de la opinión pública, ha encarado dos proyectos faraónicos, que implican billones de dólares, en asistencia e infraestructura. El segundo no incluirá emisión de deuda en su totalidad, sino que saldrá de un fenomenal aumento de impuestos.
En este contexto, la bolsa de Nueva York sufrió una fuerte corrección el miércoles, aunque termina la semana nuevamente al alza, en la presunción de que la Fed mantendrá su discurso de manos abiertas y dólares fáciles. El billete, naturalmente, vuelve a caer en todos los frentes, y hasta el yen, siempre prudente y conservador, se anima a apuntar al alza. También el oro apunta alto, para superar en las próximas sesiones la incómoda barrera de 1860 dólares.
Las ventas minoristas borraron las sonrisas, pero no apagaron la búsqueda de riesgo. Como cuando las cosas empeoran a la bolsa le llega liquidez gratis, la baja en las ventas en abril dispararon a las acciones en la apertura de la sesión del viernes, algo que probablemente se mantenga por varios días.
En otro orden, la aceleración en los planes de vacunación en Europa le dio sustento al euro en estos días. Por fin, el viejo continente se puso a la altura de la situación, como lo está Reino Unido y Estados Unidos, y la moneda única se acomoda sobre 1.2100, con chances de seguir unos días en estos niveles, y aún más, superarlos. La libra esterlina supera 1.4100, aunque no parece tener mucho más para ofrecer en el corto plazo.
El calendario de la semana próxima no tiene mucho para ofrecer, y cuando esto sucede, los fundamentales que mueven los mercados cambian de eje. La angustiosa situación en Medio Oriente, donde Israel y Palestina reanudaron su milenario enfrentamiento, se está agravando, y puede tener un peso decisivo en los mercados. Habrá que prestar especial atención al petróleo, y a sus monedas vinculadas. Recuerde que los fines de semana no suelen ofrecer buenas noticias a los mercados financieros.
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