La economía rusa muestra preocupantes signos de fatiga. Alimentada por el gasto militar, estrangulada por las sanciones y socavada por la escasez de mano de obra, la máquina económica del Kremlin se mueve por una pendiente cada vez más inestable.
Detrás de los discursos triunfales de Vladimir Putin y las estadísticas halagadoras, las grietas se multiplican: inflación galopante, empresas quedándose sin energía, clases medias bajo presión, y una moneda... demasiado fuerte para ser honesta.
¿Cómo puede un país en guerra, aislado del sistema financiero global y privado de tecnología occidental, lograr tasas de crecimiento económico superiores a las del G7?
La respuesta radica tanto en la estrategia como en la ilusión. Y las grietas ahora visibles pueden presagiar una crisis mucho más amplia por venir.
Una fachada de resiliencia
A simple vista, la economía rusa desafía las probabilidades. Con un crecimiento del 3.6% en 2023 y del 4.1% en 2024, según el CSIS, reportando datos proporcionados por Moscú, Rusia habría superado a la mayoría de las economías del G7.
Fuente: FMI
El Kremlin se congratula de una "estabilidad macroeconómica" ejemplar, un desempleo récord del 2.3%, informa la BBC, y un Rublo ruso (RUB) entre las monedas de mejor rendimiento este año.
Pero detrás de las cifras, la realidad es bastante diferente: este crecimiento ha sido artificialmente inflado por una inyección masiva de fondos públicos en el sector de defensa. Es una forma de "keynesianismo militar", señala el CSIS en su informe, con salarios aumentados en las industrias de armamento, bonificaciones de reclutamiento, créditos subsidiados e inversiones forzadas. Esta dinámica resultó efectiva para elevar los números en los primeros años de la guerra en Ucrania, pero es difícil de mantener a largo plazo.
"Crecimos durante dos años a un ritmo bastante alto porque se activaron recursos no utilizados," dijo la gobernadora del Banco Central de Rusia, Elvira Nabiullina. "Necesitamos entender que muchos de esos recursos realmente se han agotado," agregó, según informó la BBC.
La inflación superó el 9% en mayo y las tasas de interés alcanzaron un pico del 21% antes del primer recorte de tasas del banco central en dos años al 20%. Tales altas tasas han estrangulado la inversión privada no defensiva.
Tasas del Banco Central de la Federación Rusa. Fuente: FXStreet.
Como resultado, los sectores civiles están estancados, las quiebras empresariales están en aumento (un 26% en 2024, según The Moscow Times), y el consumo está desacelerándose a pesar del aparente aumento de los ingresos.
Incluso el presidente Vladimir Putin, generalmente reacio a las confesiones, ha reconocido la necesidad de reorientar la economía hacia una trayectoria más equilibrada, sin frenar la máquina de guerra.
"Nuestra tarea más importante es asegurar la transición de la economía a una trayectoria de crecimiento equilibrada. Al mismo tiempo, algunos especialistas y expertos señalan los riesgos de estancamiento e incluso recesión. Esto no debe permitirse bajo ninguna circunstancia," dijo Putin, según el Kyiv Independent.
El Rublo ruso, una fuerza engañosa
Otro paradoja de la economía rusa es el valor en alza del Rublo ruso (RUB). Con una ganancia de más del 40% desde el inicio del año, la moneda rusa se ha convertido en la moneda de mejor rendimiento del mundo este año, según Bank of America, citado por CNBC.
Pero esta fortaleza no es un reflejo de la renovada confianza de los inversores, sino más bien el producto de un cóctel de controles de capital, alta inflación, tasas de interés prohibitivas y un colapso en las importaciones que limita la demanda de divisas extranjeras. Los grandes exportadores, obligados a convertir sus ganancias en divisas extranjeras en Rublos rusos, están alimentando mecánicamente la demanda local de RUB.
Al mismo tiempo, la contracción de la oferta monetaria y la esperanza de una desescalada entre Moscú y Kyiv han ayudado a sostener la moneda.
Sin embargo, esta solidez podría pronto volverse en contra del Kremlin. Combinada con la caída de los precios del petróleo, está erosionando los ingresos por exportaciones, reduciendo la competitividad externa y pesando fuertemente sobre las finanzas públicas.
Muchos analistas consideran que este rebote en el RUB no es sostenible a mediano plazo, y predicen una corrección brusca si Rusia levantara sus restricciones cambiarias como parte de un posible acuerdo de paz con Ucrania.
Gráfico de precios USD/RUB. Fuente: TradingView
La ilusión de autonomía
Con sanciones como ninguna otra nación, Rusia ha emprendido una estrategia de "fortaleza económica": desarrollando circuitos de pago alternativos, reemplazando importaciones, desviando exportaciones de energía a China e India, y controlando el capital.
Pero esta autonomía sigue siendo parcial. El sector energético, pilar del presupuesto, está tambaleándose. Los ingresos por petróleo y gas cayeron un 35% interanual en mayo, según la BBC, ya que el precio de un barril de Ural se desplomó por debajo de 50$ y las sanciones secundarias a las empresas petroleras rusas comienzan a hacer mella.
Rusia incluso enfrenta la amenaza de escasez de combustible en su mercado interno, ya que sus refinerías han reducido la producción.
Demografía en caída
La economía rusa también sufre de un problema más profundo: el colapso de su fuerza laboral. Entre la movilización, las muertes militares (hasta 800.000 bajas en total, según algunas estimaciones citadas por el Boletín del Banco de Finlandia) y el éxodo masivo de trabajadores calificados, Rusia está cruelmente corta de mano de obra.
La escasez se estima entre 2,7 y 3 millones de trabajadores, señala Reuters, lo que dificulta cualquier recuperación sostenible sin una migración masiva, que Moscú está conteniendo por un reflejo de seguridad.
Poca atractividad
Mientras el Kremlin corteja a los países del Sur Global para llenar el vacío dejado por las empresas occidentales, los resultados son magros. La inversión extranjera directa (IED) ha caído un 91% en comparación con 2021, según The Moscow Times. China, a pesar de ser un socio estratégico, representa solo el 0,3% de la IED global en Rusia. Incluso el emblemático proyecto "Poder de Siberia 2", un proyecto de gasoducto entre los campos de gas siberianos y la región de Xinjiang en el oeste de China, se ha estancado.
Las incertidumbres geopolíticas, la inestabilidad regulatoria y la política de nacionalizaciones arbitrarias de Moscú son las culpables. Cientos de activos extranjeros han sido incautados o vendidos a precios de ganga a personas cercanas al gobierno, creando un clima general de desconfianza.
Crecimiento a crédito
El presupuesto federal muestra un déficit crónico de 3,2 billones de rublos en el primer trimestre, según Espresso, la mayor parte del Fondo Nacional de Riqueza ya ha sido utilizada, y los aumentos de impuestos se están multiplicando. El modelo actual, financiando la guerra a través de deuda, impuestos y redistribución de activos, parece haber alcanzado sus límites. El FMI prevé una desaceleración del crecimiento al 1,5% en 2025 y al 0,9% en 2026.
"No es un colapso inmediato, sino una erosión lenta y estructural, irreversible sin un cambio de rumbo", resume el economista Alexandre Kolyandr, según lo informado por The Moscow Times.
Hacia un estancamiento estratégico
Lejos de volver a la normalidad, Rusia se está instalando en una economía de guerra permanente, en detrimento de su potencial a largo plazo. La productividad está cayendo, la innovación tecnológica se ve obstaculizada por las sanciones, y la economía está cada vez más sujeta a la lógica política: lealtad al poder en lugar de eficiencia.
A menos que haya un gran cambio geopolítico, esta trayectoria expone a Rusia a un futuro de estancamiento, fragilidad fiscal y una mayor dependencia de unos pocos socios complacientes.
En última instancia, la economía rusa no está colapsando, pero está atrapada en un estancamiento autárquico y militarizado. Detrás de los brillantes eslóganes del Kremlin, las cifras apuntan a una dinámica cada vez más precaria.
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