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Entre estabilidad aparente y riesgos que siguen vivos

Esta semana deja una lectura mixta pero coherente con lo que venimos observando: la estructura de medio plazo sigue siendo alcista, pero el corto plazo exige mucha más atención de la habitual.

Scott Bessent aprovechó la “Treasury Market Conference” para destacar el buen comportamiento de los Treasurys en 2025. Y es cierto que el papel estadounidense ha tenido un año sólido, pero más por vientos de cola macro (desaceleración controlada, expectativa de recortes y final del QT), que por una mejora estructural en el frente fiscal o político. La realidad es que Bessent ha navegado un entorno que le ha favorecido, más que uno que haya moldeado él.

Lo verdaderamente relevante para el inversor no es el discurso triunfalista de turno, sino algo más silencioso y mucho más importante. Durante años, el mercado de deuda estadounidense ha contado con un respaldo casi incondicional, con bancos centrales y gestores de reservas que compraban sin mirar el precio, pase lo que pase. Ese pilar se está moviendo.

Y cuando quienes compran por obligación empiezan a comprar menos, el peso cae sobre quienes sí miran el precio, el riesgo y el contexto. Justo ahora, además, cuando el frente fiscal sigue tenso y la política en Washington no deja mucho margen para tomar decisiones difíciles.

El resultado es un mercado que aún aguanta, sí, pero que respira distinto. Más dependiente del humor del inversor privado, más sensible a cada dato y más vulnerable a cualquier sobresalto. Es un cambio lento, casi invisible en el día a día, pero decisivo para entender hacia dónde puede moverse la curva en los próximos meses.

En renta variable, noviembre ha sido un recordatorio de que las correcciones existen incluso en mercados que siguen estructuralmente fuertes. El retroceso del S&P 500, sin romper tendencia, coincide con un mercado muy concentrado y con valoraciones que los gestores institucionales califican de excesivas… incluso mientras esperan un 2026 alcista.


Una mezcla que invita a seguir en el lado largo, sí, pero con gestión de riesgo activa.

La política monetaria será clave. Con un recorte de tipos prácticamente descontado para diciembre y un nuevo liderazgo en la Fed en el horizonte, el sesgo “dovish” puede prolongar el soporte al mercado. Pero eso no elimina los riesgos como son la sensibilidad del largo plazo, el ruido político, la volatilidad en los flujos y un mercado que ya descuenta bastante.

Así las cosas, el fondo sigue siendo constructivo. Hay tendencia de medio plazo, soporte macro y narrativa. Pero el corto obliga a vigilar por esa menor profundidad en algunos tramos, concentración elevada y un entorno político que puede mover el mercado a golpe de titular.

En otras palabras: la dirección de fondo se mantiene, pero la precisión en los niveles empieza a importar más que nunca y la gestión del riesgo, junto al rebalanceo de las posiciones, debiera ser nuestro objetivo principal. 


Niveles técnicos clave 

No son recomendaciones de inversión. Solo comentarios desde un punto de vista técnico informativo. 

1.- S&P  500

Desde un punto de vista técnico, primer ataque a la zona que marcamos como relevante en el corto plazo, los 6550 puntos. Si este nivel se pierde, primer objetivo bajista en los 6350 puntos y el miedo a una corrección mayor quedará abierto mirando a los 6190 primero y los 6000 puntos como objetivo final. Por el contrario, si los precios recuperan los 6700, posible extensión hacía los 6760 y los 6860 después. Atentos al sentimiento negativo, que debe seguir en ese modo para poder pensar en rebotes desde estos niveles de sobreventa.  

2.- El Bitcoin (BTC)

Diciembre revela la verdadera naturaleza de los retornos en cripto.

Cuando se analiza diciembre en cripto sin narrativas prefijadas, el mes deja de ser un mito estacional y se convierte en un recordatorio de cómo funcionan realmente los retornos en esta clase de activos. No es un mes fiable en términos de probabilidad, pero sí es decisivo por la magnitud de los movimientos cuando se alinean los flujos y el contexto.

En el Bitcoin, diciembre es el ejemplo más claro de este patrón. La tasa de acierto apenas supera el cincuenta por ciento, pero los meses positivos generan un impacto que eclipsa por completo las pérdidas. La consecuencia es contraintuitiva, pues evitar diciembre destruye una parte sustancial del rendimiento acumulado a largo plazo, no porque diciembre siempre funcione, sino porque cuando funciona lo hace de forma desproporcionada. La señal más útil no es el mes en sí, sino la secuencia previa, donde tras un noviembre fuerte, diciembre tiende a acompañar…pero tras un noviembre débil, la probabilidad de continuidad cae bruscamente.

Ethereum muestra una dinámica distinta, más irregular y con retornos dependientes de episodios aislados. Su mediana negativa y su menor persistencia confirman que no todos los activos capturan la estacionalidad de la misma manera. Aun así, incluso en ETH, los pocos meses excepcionales hacen que estar fuera penalice más que permanecer expuesto con disciplina.

Así las cosas, diciembre importa no por la estacionalidad sino por lo que revela: en el mercado cripto las rentabilidades relevantes se concentran en pocos episodios y la asimetría define más que la frecuencia. 

La clave para el inversor no es anticipar el mes, sino entender el régimen de retornos en el que opera y no quedarse fuera cuando aparecen los tramos que más contribuyen al compounding.

Desde un punto de vista técnico, debería superarse el nivel de los 92.000USD para pensar en un regreso a la zona de los 100.000USD. Por abajo, perder los 89.000SD sembraría el camino para regresar a los mínimos de la semana pasada, en la zona de los 80.000USD y generaría el miedo al inicio de un mercado bajista. De momento ese no es el escenario pero, como en todo proceso de inversión, la gestión del riesgo es la clave. 

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