El nuevo ciclo económico: Productividad récord, empleo en sombra y el dilema imposible de la FED

La economía global está entrando en un territorio inusual: por primera vez en décadas, la destrucción progresiva de empleo convive con un salto acelerado en productividad. Los datos laborales recientes en Estados Unidos muestran un deterioro silencioso: menos contrataciones, más recortes selectivos y señales de fatiga en sectores administrativos y operativos. Esta vez, el origen no es un ciclo económico típico, sino la expansión de la inteligencia artificial, que empieza a absorber tareas antes ejecutadas por humanos. La pregunta es cuánto puede cambiar el ciclo económico cuando la economía produce más con menos personas.
Si la tendencia continúa, podríamos ver un escenario en el que la productividad crece con fuerza mientras la población ocupada se estanca. La economía generaría más output por hora trabajada, pero con menos horas trabajadas en total. En ese contexto, los salarios tenderían a moderarse, la demanda se enfriaría y la presión inflacionaria disminuiría por la sustitución tecnológica, dejando espacio a la Reserva Federal para recortar tasas. Pero surge la duda esencial: ¿ese estímulo llega al empleo o termina beneficiando principalmente a las empresas con capacidad de endeudarse e invertir en automatización?
Aquí aparece un segundo camino posible. Aunque los sectores automatizables reduzcan costos y aumenten la oferta, los servicios esenciales que no pueden ser sustituidos por IA seguirán presionando la inflación estructural. Esto crearía una fractura interna: bienes más baratos por eficiencia y servicios más caros por limitaciones tecnológicas. En ese escenario, la Fed quedaría atrapada entre una inflación que baja pero no desaparece y un empleo debilitado no por recesión, sino por tecnología. Si baja tasas, alimenta el apetito de riesgo y eleva las valoraciones tecnológicas sin resolver el problema laboral; si mantiene tasas altas, profundiza la fragilidad de sectores sensibles al crédito. Es un dilema sin salida perfecta: aliviar el empleo o preservar la estabilidad financiera.
Cuando la Fed baja tasas con un mercado laboral débil, la intención es estimular el crédito y reactivar la contratación. Sin embargo, en un entorno dominado por la IA, el impulso se concentra en las compañías que pueden usar capital barato para acelerar la automatización, no necesariamente para contratar. El crédito más accesible podría reforzar aún más la sustitución laboral, porque automatizar se vuelve todavía más rentable.
A la vez, una reducción de tasas tendría un efecto inmediato sobre los mercados financieros: aumentaría las valoraciones de las empresas tecnológicas y de todos los sectores beneficiados por capital barato. Esto se reflejaría en sus reportes trimestrales con márgenes más amplios, menores costos operativos y una eficiencia creciente impulsada por la automatización. La economía real podría mostrar un empleo debilitado, pero los estados financieros exhibirían compañías más rentables y más productivas con menos trabajadores.
Frente a este panorama, la Reserva Federal tendría que replantear el uso de la tasa de intermediación. Podría avanzar hacia tasas estructuralmente más bajas que en décadas previas, pero sin regresar a niveles cercanos a cero para evitar burbujas impulsadas por empresas capaces de crecer sin contratar. También tendría que refinar el canal crediticio, promoviendo financiamiento hacia sectores que generen empleo humano y apoyando la reconversión laboral. Por primera vez en décadas, la desigualdad y la fragilidad del mercado laboral entrarían en la discusión monetaria como riesgos de estabilidad económica.
Las consecuencias humanas serán profundas. Una economía que destruye empleo por motivos tecnológicos generará trayectorias laborales inestables, más informalidad y una nueva categoría: la desocupación tecnológica, donde la persona no es improductiva, sino desplazada por algoritmos capaces de realizar tareas antes humanas. El tejido social enfrentará tensiones distintas a las provocadas por los ciclos económicos tradicionales.
¿Será este proceso inflacionario o no? Dependerá de la velocidad. Una adopción gradual de la IA permitiría una economía estable con baja inflación y espacio para recortes moderados. Pero una adopción acelerada podría causar mayor fractura entre sectores ganadores y perdedores, bienes más baratos, servicios más caros, presiones en el empleo y una Fed navegando entre evitar burbujas financieras o sostener la estabilidad social.
Lo único seguro es que este ciclo no estará definido por una crisis bancaria ni por un shock petrolero, sino por la velocidad con la que la inteligencia artificial redefine el valor del trabajo humano. Y en ese terreno, los bancos centrales aún no tienen manual: están improvisando mientras la historia económica se reescribe en tiempo real.
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