Hace exactamente un año, la bolsa de Nueva York iniciaba una de las caídas más profundas y abruptas de su rica historia. La pandemia llegaba a Italia, y con ella ingresaba de verdad al Primer Mundo, y por supuesto no tardó en llegar a Estados Unidos con la fuerza ya conocida. En ese tiempo – hace solo un año, pero parecen muchos – poco y nada se conocía del virus, y solo se hablaba de una enfermedad con origen en China. La explosión de casos en Italia, y muy pocos días después en España, generó un desplome de las acciones principales en Wall Street, con los índices perdiendo en poco más de un mes el 50% de lo que había acumulado en 11 años.
Esta caída le dio parcialmente la razón a quienes creyeron siempre que el paso de 6500 a casi 30000 puntos del índice Dow Jones fue una extraordinaria burbuja impulsada por los gobiernos sucesivos de Barack Obama y las autoridades de la Fed de la época, Ben Bernanke y Janet Yellen, hoy secretaria del Tesoro. Claro que la economía se movió al alza al compás de las enormes inyecciones de dinero, los famosos QE, que llegaron a totalizar más de 4 billones de dólares. Un juego, realmente, si se comparan esos planes con los actuales, que duplicaron en pocos meses esa cifra, y con un plan en marcha, y aún negociado en el Congreso, de casi 2 billones.
No hace falta más que observar la curva de cotizaciones del índice Dow Jones, en los últimos meses de 2019 y hasta el desplome de mediados de febrero, y luego hacer lo propio con la curva desde noviembre a la fecha. Mantienen un asombroso parecido, con máximos históricos sucesivos -casi a diario- y con un aplanamiento de la curva de precios sobre mediados de febrero de ambos años.
La situación no es la misma. En el mes que estamos transitando la economía global sale de la crisis que dejó el desastroso 2020, aunque aún está lejos de brillar como hace apenas 13 meses, cuando Estados Unidos exhibía orgulloso un 3.5% de desempleo, el petróleo cotizaba al mismo precio que ahora, pero basado en la demanda y no en expectativas, y Europa aún planeaba aumentar los tipos de interés.
¿Puede repetirse la historia? No lo creemos, al menos con el nivel de virulencia de hace un año. La inyección de liquidez garantiza que cualquier caída de los papeles encontrará un soporte en dinero, y solo un agravamiento de la pandemia, que por ahora nadie anticipa en el hemisferio norte -si en el sur, cuando falta poco para que se inicie el otoño y gran parte de los países recién comienzan a aplicar sus endebles planes de vacunación- podría provocar una hecatombe similar.
Lo que sí se nota es alguna señal de desaliento. Siendo que la bolsa se ha regido exclusivamente por la liquidez o falta de ella durante los últimos trimestres, sobre todo al advertir que la Fed colocaría los fondos que fueran necesarios para evitar el caos, las demoras en la negociación del plan de casi 2 billones del presidente Biden, que intenta no aventurarse solo en semejante expedición, y busca consenso con la misma oposición que le propuso un plan similar a su partido antes de las elecciones, están generando preocupación.
Ese será el tema a seguir esta semana. De allí es que la presentación ante el Senado del presidente de la Fed, Jerome Powell, prevista para el martes, será de fundamental importancia.
Mientras tanto, el dólar sigue débil, con el euro, la libra esterlina, el yen y, sobre todo, las monedas “commodities” con sendas señales alcistas de corto plazo.
La acumulación de datos de la última semana del mes -que en otras épocas tenían efecto inmediato y decisivo como las ventas de viviendas nuevas, confianza del consumidor, bienes durables, gasto e ingreso personal- solo confirmarán esta vez que la economía va ciertamente mejor, pero que hará falta mucho dinero adicional para que no se desplome la recuperación a mitad de camino. La inflación será una preocupación, pero solo dentro de unos meses.
Amigos, tengan todos una excelente jornada de operaciones, nos vemos el martes.
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