Algunas historias quedan en la memoria colectiva, y muchos años de ocurridas son recordadas, con mayor o menor nivel de precisión.
La elección presidencial de Estados Unidos, que tuvo lugar esta misma semana, es uno de esos eventos, no tanto por la definición, que se ha tornado incierta, sino por quienes se han enfrentado en la contienda.
El presidente Donald Trump puso en juego su reelección, y al parecer, cuando va finalizando la semana bursátil, no le ha ido bien. Su manejo torpe de la crisis sanitaria decreta, al menos hasta este momento, una derrota a manos del opositor Joe Biden, un candidato que hizo una campaña electoral sin brillo, y que aprovechó la caída del nivel de popularidad del presidente para tomar una ventaja que, por lo visto, es muy estrecha y se mide voto a voto.
Los mercados toman nota de las novedades. Wall Street creció esta semana, aún cuando el conteo de votos daba técnicamente un empate, y termina la semana con ligeras bajas, a la espera de una definición más clara durante el fin de semana.
El alza de las acciones principales está en línea con el comportamiento del mercado desde la semana anterior, luego de una baja significativa, y se produce a la espera de que si Biden es finalmente consagrado presidente, va a implementar un plan de estímulo récord, de más de 2 billones de dólares, que saque a su país de la crisis en que ha ingresado en marzo pasado.
Los mercados apostaron por Biden por este motivo y por otro al que tampoco le sobra inocencia: saben que un gobierno demócrata, encabezado por un moderado como Biden, pero secundado por personajes de la talla de Bernie Sanders, la probable vicepresidente Harris, y otros posibles funcionarios de menor jerarquía como Alexandria Ocasio Cortez no va a ponerse precisamente del lado de Wall Street. De modo que apoyar a Biden antes es una apuesta arriesgada, pero sin otra opción, a la espera de una devolución de favores. Si ganaba Trump, la situación habría sido similar a la actual, o hasta más favorable a la bolsa.
El dólar, en medio de este proceso, se debilitó de manera inmediata, aunque su caída no ha sido arrolladora. El euro roza 1.1900 (puede ir a buscar los máximos de mayo de 2003 en 1.1932), la libra apunta a los máximos de octubre en 1.3175, aunque el termómetro de la situación lo pone el yen. La divisa de refugio debió haber caído y no crecido si el clima era tan favorable como algunos expresan, dado que la búsqueda de riesgo habría generado una salida rápida del yen. Lejos de ello, la moneda nipona se ubica en máximos de marzo de 2020 cuando estalló la crisis del petróleo (6 de marzo), obviando dicho evento, llega a su mejor nivel de noviembre de 2016, cuando el presidente Trump ganó las elecciones de ese año.
El otro termómetro, el oro, no se queda atrás. Ganó 100 dólares en una semana, de los cuales 75 los logró en 72 horas, apenas terminada la elección. ¿Es simplemente que los inversores buscan al oro como activo de inversión ante una devaluación futura del dólar, o se están cubriendo por lo que viene? Un poco de cada cosa.
En este contexto, de indefinición e incertidumbre, es que la declaración de política monetaria de la Fed y el dato de empleos de octubre pasaron casi sin impacto sobre el dólar, aun cuando sobraban motivos para que tuvieran un efecto de mediano alcance.
Lo que viene es, en primer lugar, seguir esperando la definición de las elecciones (el fin de semana puede ser decisivo y conviene revisar muy bien los niveles de stop loss y límite de ganancias a posiciones que no sean cerradas al final del viernes, por los posibles gaps que puedan producirse), y luego una semana sin muchos atractivos desde las noticias de calendario, después de días intensísimos como estos.
Eso sí: la máxima que dice “compre con el rumor, venda con la noticia” parece esta vez más vigente que nunca. Apostar contra el dólar, tan vapuleado esta semana, puede ser acaso un arma de doble filo, si de pronto se despierta y acelera, al tiempo de que la bolsa de Nueva York se tome un buen descanso bajista.
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