Estados Unidos y la Unión Europea han alcanzado un acuerdo comercial, evitando así el peor de los escenarios, el de una guerra comercial aún más perjudicial. Sin embargo, dado que este último no era en absoluto el escenario base, es probable que la reacción del mercado sea moderada. No obstante, se trata de una buena noticia para la economía mundial, ya que se ha eliminado parte de la incertidumbre que rodeaba a una de las relaciones comerciales bilaterales más importantes del mundo.
Al igual que en el acuerdo con el Reino Unido y otros países, aún quedan por concretar algunos detalles, pero disponemos de algunas cifras importantes. El tipo arancelario principal será del 15%, lo que incluye los automóviles y otros sectores importantes (una buena noticia, ya que el 15% es inferior a los aranceles actuales), pero no incluye el acero y el aluminio (una mala noticia, ya que estos seguirán estando sujetos a un arancel del 50%). La UE también gastará 250.000 millones de dólares al año durante los próximos tres años en productos energéticos estadounidenses, invertirá 600.000 millones de dólares en Estados Unidos y seguirá comprando equipo militar estadounidense. Una vez más, los detalles son escasos, pero a primera vista parece que la cifra de importación de energía será casi imposible de alcanzar. Según los datos de Eurostat, el valor de todas las importaciones de energía en la UE en 2024 fue de 360.000 millones de euros. Según un cálculo aproximado, la parte correspondiente a Estados Unidos de esta cantidad ascendió el año pasado a entre 60.000 y 70.000 millones de euros. La inversión extranjera directa (IED) acordada, de 600.000 millones de dólares (suponiendo que se distribuya a lo largo de tres años), parece más razonable; la Oficina de Análisis Económico de Estados Unidos estima que el año pasado el aumento de la IED procedente de Europa ascendió a 204.700 millones de dólares. En cuanto al gasto militar, no hay una cifra concreta en este momento, pero no es de extrañar que Europa siga comprando armas y otros equipos militares a Estados Unidos, aunque esperamos que estas cantidades disminuyan gradualmente a medida que Europa potencie su propia industria militar.
Al igual que el acuerdo con el Reino Unido, este es un resultado menos que óptimo para Estados Unidos, la Unión Europea y la economía mundial, pero al mismo tiempo es uno al que la economía podría soportar sin consecuencias catastróficas a nivel macroeconómico. Los analistas ya han adaptado sus previsiones incorporando un tipo arancelario de entre el 10% y el 15%. Además, los mercados han tenido unos meses para asimilar lo que este tipo de resultado significaría para las empresas y las previsiones de crecimiento; la conclusión parece ser que algunos sectores, como el automovilístico, se verán muy afectados,mientras que el resto se verá impactado indirectamente a través de tasas de crecimiento inferiores a las óptimas, pero sobrevivirá para luchar otro día. Uno de los principales argumentos que sustentan esta conclusión es que el sector servicios, que representa aproximadamente el 90% de la economía en países como Estados Unidos y el Reino Unido, solo sufrirá un impacto directo menor. Otro punto implícito es que la tasa de desempleo solo aumentará lentamente y de forma moderada en los próximos trimestres. Consideramos que estas hipótesis tienen su mérito, pero reconocemos que la historia sugiere que un aumento lento y constante del desempleo es tan poco frecuente como un aumento lento y constante de los diferenciales crediticios, por lo que es necesario actuar con cautela en la asignación de activos.
Una vez más, los mercados ya habían descontado algún tipo de acuerdo en esta línea, por lo que esperamos una reacción positiva, aunque moderada, a la noticia. En otras palabras, las previsiones de los mercados se han confirmado, al menos por ahora. Con los diferenciales cerca de mínimos históricos en determinados mercados, es muy importante que los escenarios base «positivos» se cumplan realmente, ya que el margen de error es reducido. En renta fija, el panorama técnico sigue siendo muy fuerte, y las nuevas emisiones se suscriben varias veces por encima de lo previsto. En los mercados secundarios, nos resulta mucho más fácil vender que comprar bonos en este momento, lo que constituye otra señal de la solidez del panorama técnico. Aunque hay algunos indicios de que los fondos minoristas son excesivamente optimistas, con el regreso de las «acciones meme», por ejemplo, no tenemos la impresión de que los fondos institucionales sigan el mismo camino. Los inversores siguen tratando a las empresas con bajo rendimiento con la precaución adecuada. Por ejemplo, aunque las emisiones con calificación CCC en Europa han repuntado desde los mínimos de años anteriores, siguen siendo bajas en términos históricos. Por su parte, los bonos senior garantizados han representado el 61% del total de emisiones primarias en lo que va de año, un máximo histórico, a expensas de las operaciones senior no garantizadas, más moderadas.
Sin embargo, el panorama técnico favorable no lo dice todo. Los fundamentales siguen siendo robustos y, hasta ahora, la publicación de resultados no ha deparado sorpresas negativas desde el punto de vista crediticio. Los bancos han registrado buenos resultados hasta la fecha, con bajos niveles de morosidad, márgenes aceptables y una rentabilidad sobre recursos propios saludable. Cuando los fundamentales empresariales son buenos, las posibilidades de recesión son relativamente bajas, los aspectos técnicos son sólidos y los diferenciales incorporan en gran medida todo lo anterior, el resultado son diferenciales ajustados. Como gestores de activos, nuestro enfoque ante esta situación es mantener una sobreponderación en crédito, pero centrándonos en bonos de mayor calidad y con vencimientos relativamente cortos, además de mantener una amplia reserva de liquidez para invertir en caso de que los diferenciales se amplíen. Aunque la noticia del acuerdo entre EE. UU. y la UE es bienvenida, no la consideramos motivo suficiente para cambiar ese enfoque.
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