Las Minutas de la última reunión de política monetaria de la Fed fueron medianamente elocuentes, pero no decisivas, en la necesidad de moderar la tasa de interés en los próximos encuentros.

Según el comunicado, varios oficiales del Comité (FOMC), opinaron a inicio de noviembre que “pronto” será necesario tomar medidas que suavicen los sucesivos aumentos de tipos a razón del 0.75% cada uno, que el banco central adoptó en sus últimas cuatro reuniones. Esto es algo que no había sucedido en las últimas décadas, aunque tampoco la inflación se había disparado como lo hizo en los últimos 18 meses.

Y si bien la inflación baja a un ritmo muy lento, lo que interpretan los mercados es que podría haber llegado a un máximo, y que desde ahora solo resta mejorar, es decir, esperar guarismos más bajos. Esto no necesariamente depende de la Fed. Los precios de las materias primas son internacionales, y Powell y su Comité poco pueden hacer por contenerlos. De allí es que lo más se estudia es la inflación subyacente, que excluye el aumento de precios de alimentos y energía, las dos variables más volátiles de la economía.

Pero también es cierto que al consumidor poco le interesa si los aumentos de precios que sufre dependen o no de un banco central. Y la inflación general sigue siendo muy alta. De allí es que la Fed se encuentra ahora abocada a analizar si le conviene aumentar nuevamente en forma agresiva en diciembre, o hacerlo en un 0.5%, y bajar, probablemente, al 0.25% en las primeras dos reuniones de 2023, con lo que la tasa llegaría al 5%.

Esa tasa, en opinión de quien suscribe, estará lejos de ser “neutra”, término que el presidente Powell utilizó muchas veces, para referirse a una tasa que no afecte al crecimiento de la economía. Con un 5% de interés, y una inflación que lentamente se irá acercando a tal marca, la economía sufrirá, como también lo hará el mercado laboral, que hasta ahora se mantuvo ajeno a los aumentos de tasa, con una fortaleza admirable.

Wall Street volvió a festejar, con algo de cautela (claro está, con el Día de Acción de Gracias y el Black Friday en el medio, que paralizan parcialmente la operatoria) la publicación de las Minutas, descontando que lo que viene es un aumento de tasa menor.

No está mal festejar a cuenta, aunque conviene tener en cuenta que la Fed seguirá aumentando la tasa, a un ritmo mucho más alto que en años anteriores, y que si algo no hará es volver a inyectar dinero en el circuito, sino todo lo contrario.

Las Minutas fueron explícitas, indicando que el banco central seguirá reduciendo su balance, algo totalmente necesario si lo que busca es bajar la inflación en forma drástica. Pero esa parte del comunicado parece haber pasado desapercibida.

En medio de todo esto, las monedas buscan su nuevo destino. Muchos ven al euro ya escapando a la paridad en forma definitiva, y a la libra esterlina apuntando a 1.3000. No parece descabellado, aunque uno se permite pensar que, antes de tomar una senda alcista decisiva, se pueden producir caídas de importancia.

El euro solo puede apreciarse por una baja del dólar, pero no por méritos propios. Los fundamentos que lo hicieron ir a su mínimo de 20 años se mantienen intactos. La guerra entre Ucrania y Rusia no está ahora en los titulares, eclipsados por otras cuestiones menores, como el mundial de fútbol, pero el combate sigue. El costo de energía cedió, es verdad, pero el gas sigue costando 4 veces más que hace dos años, y el petróleo se mantiene cerca de los 80 dólares, un precio, digamos, de equilibrio, pero no barato. Los datos macro de Alemania no son del todo negativos, pero distan de estar en sus mejores mediciones. 

Respecto a la libra esterlina, no es posible comparar su precio actual con su mínimo histórico. Este llegó como resultado de un golpe de mercado asestado contra el efímero gobierno de Truss, que salió eyectada de su cargo días después de que la moneda llegara a 1.0305. Más bien, se puede comparar con su precio anterior al inicio de la guerra, por encima de 1.3500. Y el 1.2000 actual no le queda mal a la libra. Podríamos esperar una baja adicional antes de que apunte a 1.3000.

El yen es un caso aparte, y su situación depende de un sinfín de cosas. Entre ellas los rendimientos de los bonos del Tesoro, el costo de energía, la política monetaria del Banco de Japón

Los rendimientos se mantienen estables en los bonos a 2 años, en orden al 4.5%. Técnicamente, el gráfico diario presenta un indicio de cambio de tendencia (un hombro cabeza hombro aún no definido) que podría provocar una baja mucho más pronunciada, con una consiguiente apreciación del yen a la zona de 131.00, que es el nivel desde el cual inició su última y fenomenal caída a 152.00. El nivel de 4.25% en los rendimientos será clave, y aún está lejos.

Justamente, y aludiendo a los rendimientos de los bonos, la curva se mantiene invertida, con los de 2 años más altos que los de 10 años, lo cual habla de recesión a futuro. En las últimas oportunidades en que ello ocurrió, la recesión llegó poco menos de dos años después de la inversión de la curva, y esta situación lleva apenas unos meses. Sin embargo, esa curva se va suavizando. Será un dato más, para seguir de cerca.

Faltan tres semanas para que hable la Fed, y los mercados buscan, en cada informe o cada declaración de un funcionario, motivos para pensar en que lo que viene será mejor. Esta vez, esa esperanza parece tener un asidero mayor, que son las Minutas del banco central conocidas este miércoles. 

 

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