Sin dudas, el mes de enero que finaliza quedará en la memoria de los mercados por un buen tiempo. Así como a fines de 2018 los índices bursátiles de Nueva York salvaron por muy poco sus respectivas tendencias alcistas, en momentos en que la guerra comercial se tornaba cada día más aguda, el inicio de 2020 encontró a los mismos índices en estado de gracia, en máximos históricos que fueron alcanzando como una sana costumbre.
Ya en pleno mes de enero, aunque con los mercados desperezándose de los festejos de fin de años, el atentado perpetrado por Estados Unidos contra el general iraní Suleimani, provocó el primer cimbronazo: la caída de las acciones se hizo sentir, no tanto por la baja de Suleimani en sí misma, sino por la segura reacción del país persa, que no se hizo esperar. Sin embargo, con precisión milimétrica, la venganza iraní se encargó de no dejar víctimas humanas, por lo que el incidente en la base militar estadounidense en Iraq, que fue donde atacó Irán, quedó rápidamente en el olvido.
Unos días más tarde, la firma del acuerdo entre Estados Unidos y China, descontada por los mercados, extendió el largo período de euforia reinante, por lo que los índices volvieron a crecer en forma casi desmedida. Huelga agregar que tanto el oro como el yen retrocedieron con igual fuerza, luego de alcanzar el metal precioso su máximo de casi siete años en 1611 dólares, como búsqueda de refugio luego de los incidentes de Medio Oriente.
Pero cuando todo se encaminaba a un mes de enero casi de fiesta en la bolsa, apareció el coronavirus, una extraña enfermedad con origen en China, que rápidamente se propagó a todas las latitudes. El mes termina con la enfermedad en su apogeo, aunque es justo decir que hasta el momento no ha habido víctimas fatales fuera de China, lo cual habla de las medidas de seguridad que se han tomado en todo el mundo.
Los mercados no reparan tanto en esas sutilezas, y solo ven que una rara enfermedad se extiende por el mundo, generando no solo temor por sí misma, sino también por las restricciones que, en materia comercial, otra vez deberá sufrir China, esta vez sin una fecha cierta de normalización.
Este viernes 31, que en principio no parecía un día demasiado complicado en cuestión de informes, termina ofreciendo una caída importante de las acciones, y una reacción moderada de las monedas principales y las materias primas.
El oro supera, sobre el cierre semanal, la cota de 1580 dólares, y si bien se encuentra aún lejos de los máximos antes mencionados, podría ir sobre ellos si la situación no se relaja. El yen, que supo caer de 110.00 pocos días atrás, ahora intenta acercarse a 108.00, consecuencia directa de la búsqueda de refugio de los inversores. El razonamiento es simple: llega el fin de semana, y si se conocen noticias, estas no serán buenas. Nunca se producen buenas noticias los fines de semana, o al menos una que favorezca la caída del yen o el oro. La moraleja del asunto es: si va a quedarse el fin de semana en el mercado, trate de no ponerse en contra del yen, el oro o el franco suizo.
El dólar termina el mes debilitado. El euro se encamina a 1.1100, en tanto la libra se acerca a 1.3200, cuando pocos días atrás parecía que todo lo contrario iba a suceder. La presentación de la Fed del miércoles 29 dejó poco para el análisis, y el discurso de Jerome Powell no ofreció sorpresas. Por eso tampoco es una sorpresa que el dólar comience a desdibujarse.
El euro sufrió el discurso de Christine Lagarde, titular del BCE, que sin decir mucho dejó en claro que las cosas no están bien en la Eurozona. Pero ante la baja general del dólar, a la moneda única no le queda más remedio que crecer como lo hace, cerrando el mes en máximos de una semana.
La libra merece un capítulo aparte. Si se establecieran como fechas límite el 23 de junio de 2016 y este 31 de enero de 2020, habría que apiadarse de la vapuleada y tradicional moneda británica. Desde 1.5015 que tocó apenas se abrieron las urnas del referéndum de ese lejano día, cuando los primeros datos otorgaban un cómodo triunfo a la opción de que Reino Unido permaneciera en la Unión Europea, hasta el cierre de esta semana, cuando tiene lugar la ejecución del Brexit, la libra perdió muchísimo terreno, aunque en verdad parece estar intentando recuperarse, luego de llegar a 1.1450 en octubre de 2016 (flash crash, como se le dice a una vergonzosa manipulación de precios), y a 1.1980 en septiembre de 2019, en el peor momento de las negociaciones entre Londres y Bruselas.
La caída de la libra se fue atenuando con la asunción ahora sí legítima de Boris Johnson, que había sido elegido de apuro para destronar a Theresa May en agosto, y con la presentación del Banco de Inglaterra de esta misma semana, que no se mostró tan pesimista como se esperaba. De todos modos, no pasará mucho tiempo hasta que la entidad recorte la tasa de interés del actual 0.75%.
La semana próxima incluirá los datos de manufacturas y servicios en Estados Unidos, que cada mes toman mayor protagonismo. También tendremos el dato de empleos de enero, aunque su impacto en los precios es menor.
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