Análisis

La Fed le dará el impulso final al dólar

La semana que se va no fue la más atractiva desde el punto de vista de movimientos relevantes en las monedas y en las materias primas principales. Prácticamente todas las monedas duras se han movido en rangos de precios relativamente estrechos, amagando con quebrar tendencias importantes, aunque todo ello solo quedó en el intento.

Claro, siempre hay excepciones. Y esta vez, la estrella de la semana fue la libra Esterlina, nuevamente castigada por un Brexit que por momentos se parece a un culebrón de esos que ven las tías mayores por televisión a la tarde (disculpar por favor si ve los culebrones y no es una tía mayor), y por momentos a una parodia de alguna serie de esas que abundan hoy, y que mucha más gente ve.

La pobre Theresa May ya no sabe como estirarse para quedar bien con la Unión Europea, con el pueblo británico (la parte menos escuchada desde junio de 2016 a la fecha), su partido, la oposición y el Parlamento local, que la tiene en la mira.

El intento de salvar su mandato le salió bastante bien: consiguió apoyo suficiente para no irse a su casa, pero no para aprobar el plan de salida de la UE acordado en su momento, y que es mirado con malos ojos por propios y extraños.

La pobre libra Esterlina, que siempre tuvo la fama de costar igual que el dólar pero un 60% más (o 1.60, en otras palabras), ahora intenta no caerse de 1.2500, cota que por minutos quebró esta misma semana.

Resulta gracioso ver las explicaciones que se le dan a esta caída: si Theresa May cae, la libra crece, porque el Brexit se suspenderá por tiempo indefinido; si May sigue, la libra cae, porque el Brexit sigue su camino. Pero resulta que May sigue y la libra creció, para caer luego por peso propio, ante la incertidumbre y ante la irresponsabilidad de un grupúsculo de políticos que juegan con una de las diez economías más fuertes del mundo como si lo hicieran con algún jueguito de mesa en su casa.

Reino Unido tiene en claro dos cosas: quiere evitar que siga habiendo una inmigración casi indiscriminada, para lo cual apostó por la salida de la UE, pero a la vez quiere mantener los privilegios de quedarse en la UE sin estarlo. Es decir, me voy y me quedo, un oxímoron que la libra está pagando con una caída brutal, y que solo puede ser revertida con una anulación del Brexit, a lo cual se invita a Reino Unido de diversos modos día a día. La última vez, desde la Justicia Europea.

Se esperaba también un poco más del euro. Mario Draghi tenía en sus manos la facultad de llevar a la moneda única un poco más arriba, con el anuncio de la finalización del plan de estímulo que inició en 2015, y que pasó por diversos montos y fechas de cierre, la primera de ellas en septiembre de 2016. Más de dos años después, el final sí está a la vista, pero la tibieza habitual de Draghi, más algunos pronósticos algo sombríos sobre el crecimiento de la Eurozona apagaron cualquier impulso alcista. A esto se le suma que Italia aún no tiene presupuesto para 2019, y pretende aprobar uno con un déficit mayor al autorizado por la UE. La zona de 1.1215, el mínimo del año, está cerca, y también lo está 1.10. Un poco más lejos queda 1.0720, donde quedó un viejo gap de casi 20 meses, en abril de 2017, cuando Emmanuel Macron eliminó la posibilidad de que el euro se convirtiera en cenizas, ganando la primera magistratura de Francia. Claro, 20 meses después muchos de los que lo llevaron a ese lugar piden que se vaya ¿Por qué debería ir el euro a 1.0720? Porque en este mercado, los gaps siempre se cubren.

El yen se mueve solo si aparece Trump y sus bravatas, subiendo o cayendo cual ascensor de gran ciudad, y esta semana Trump estuvo moderado. La guerra comercial entre Estados Unidos y China parece tener algún paño frío en estos días, con el gigante asiático comprando materias primas a su competidor. Todavía queda pendiente ver que pasará con una ejecutiva detenida en Canadá, hecho al cual increíblemente se le atribuyó una fuerte caída de la bolsa de Nueva York la semana pasada.

Justamente, la bolsa de valores más grande del mundo no pasa por sus mejores horas. Hasta el 3 de octubre, comprar acciones en el NYSE parecía como efectuar un disparo al arco sin portero, pero eso cambió. El Dow Jones, el Nasdaq, el S&P500, todos están retrocediendo, al comprobar los inversores que si Estados Unidos y China no dejan de pelear, se encarecerán las pocas cosas que aún no lo han hecho, y el consumo se verá resentido, afectando el comercio mundial.

Pero además, queda algo que ya parece haberse tornado costumbre, y que pocos se encargan de destacar: la Reserva Federal elevará en los próximos días la tasa de interés de referencia por última (y cuarta) vez en el año, con lo que dejará más amplia aún la brecha entre la entidad y el resto de los bancos centrales, que prácticamente no se animan a tomar medidas. Solo el BoC lo hizo este año, ante el repunte del petróleo, y el BoE, casi como un compromiso.

Con este nuevo movimiento de tipos de interés, la Fed le dará al dólar la fuerza suficiente para seguir escalando posiciones. Claro que el Presidente Powell intentará que su moneda no se escape de golpe, dejando una fuerte inquietud acerca de que es lo que hará con la tasa en 2019. Pero pese a que por ello mismo el dólar puede caer de inmediato, volverá a subir cuando el mercado se de cuenta de que por poco que haga Powell (dos aumentos de tasa por ejemplo), será mucho más de que harán los demás, que seguirán pateando la pelota hacia adelante, con tasas debajo de la inflación o, traducido, una invitación a vender sus respectivas monedas para comprar dólares.  Estos banqueros centrales ¿le habrán preguntado a Trump que le parece esta idea?

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