Análisis

Los mercados, inmersos en una insólita crisis

La crisis del coronavirus está impactando de lleno en los mercados, que día a día ven como sus ganancias de muchos años se esfuman. Las consecuencias de la crisis aún están por verse en otros ámbitos, como en la economía global. Los pronósticos, antes de la aparición del virus, mostraban que con esfuerzo el mundo iba a crecer a buen ritmo en 2020, luego del acuerdo “fase uno” entre Estados Unidos y China. Sin embargo, esta nueva crisis cambia de repente todo tipo de especulación al respecto.

Las consecuencias sociales de la crisis son importantes, toda vez que cobra víctimas fatales en distintas latitudes. Pero la impresión que da, cuando la salida de la crisis no está siquiera a la vista, es que las consecuencias sobre la economía y sobre los mercados no vienen tanto por lo que está generando, sino por una visión muy pesimista de cara al futuro.

Varios países han suspendido todo tipo de actividad, sin plazo de reanudación. Más allá del golpe de efecto que ello genera, ayudando por supuesto a generar pánico en las sociedades, uno se pregunta hasta cuando un país puede mantenerse sin ningún tipo de actividad comercial ni social

¿Podrá Italia estar 2 meses sin actividad alguna, si la crisis no cede? ¿Pueden mantenerse incomunicados Europa y Estados Unidos por varios meses? ¿Cómo sostendrán los gobiernos, sobre todo ahora que se han tomado la costumbre de exprimir a sus contribuyentes con impuestos de todo tipo, sus políticas actuales, si no logran cobrar impuestos? ¿Cómo afrontarán sus gastos corrientes, y las emergencias?

Son preguntas que nadie puede responder. Los mercados parecen percibir que las respuestas no están, y una suerte de solidaridad global, saludable pero poco eficaz, se ha instalado. La caída de la bolsa de Nueva York, que es casi histórica, refleja este sentimiento, con bajas enormes, y correcciones modestas.

Aún así, técnicamente, el índice Dow Jones y el S&P 500 lograron frenar su caída en el 61.8% de sus respectivos rallíes desde enero de 2016 el jueves, para recuperar una buena parte de sus pérdidas semanales durante la sesión del viernes que aún está en marcha.

El euro se muestra muy volátil, cayendo ante la inyección de euros por parte del Banco Central Europeo, pero con la expectativa de que, si la Fed recorta la tasa el próximo miércoles, pueda recuperarse más allá de 1.1300 en pocas horas.

Algo similar sucede con la libra esterlina. La palabra Brexit no apareció en estos días, y con buen tino tanto Londres como Bruselas parecen haber acordado una tregua en esta cuestión. La libra sufrió el recorte imprevisto (por la fecha) del Banco de Inglaterra, pero podría crecer si la Fed recorta la tasa de interés.

Sobre el cierre de la semana, el yen cae a valores del 5 de marzo, borrando sus ganancias de la semana, que habían sido cuantiosas. A esta altura, es arriesgado decir que la venta de yenes es una muestra de confianza de los mercados, aunque sí podría ser un bálsamo en medio de la crisis.

La salida de esta situación no es clara, ni parece cercana. La caída del petróleo, decretada el sábado pasado por Arabia Saudita, terminó por doblegar a los mercados, y por devaluar a mínimos históricos a las monedas latinoamericanas, que dependen en gran parte del precio de las materias primas.

Lo único que es claro que ninguna situación, positiva o negativa, dura para siempre. Y esta crisis no será la excepción.

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