Calificaciones bancarias: Replantearse el vínculo con su país de origen
|Vincular de forma automática la solvencia crediticia de los bancos de la zona euro a la de su país de origen ya no se puede justificar tras los importantes cambios regulatorios introducidos en el sector bancario en los últimos años.
Los límites mecánicos en las calificaciones que ligan directamente el rating crediticio de los bancos a la de sus países de origen fallan en no tener en cuenta los mecanismos regionales que funcionan correctamente ni las fortalezas intrínsecas que trascienden las fronteras nacionales y refuerzan la solvencia de los bancos.
En lugar de aplicar un enfoque mecánico, los riesgos derivados del vínculo entre bancos y países deben incorporarse a las calificaciones crediticias mediante un análisis más matizado.
Activar automáticamente rebajas generalizadas en las calificaciones bancarias cuando los ratings en los países de origen son rebajados genera una volatilidad de mercado injustificada y procíclica, forzando un deterioro en las condiciones de financiación de los bancos y, de forma indirecta, también las de los prestatarios corporativos. Los bancos desempeñan un papel fundamental en la financiación del crecimiento económico y en la inversión en Europa. Interrumpir el flujo de crédito asequible hacia la economía real puede ralentizar o incluso revertir el crecimiento en el peor momento posible.
Si bien el riesgo crediticio de un país y el bancario sigue conectado a través de múltiples canales de transmisión, la intensidad de ese vínculo en Europa se ha debilitado en los últimos años hasta el punto de que rebajar la calificacion crediticia de un banco tras la rebaja de su país ya no parece una medida lógica, especialmente en el caso de los bancos con operaciones transfronterizas.
Para empezar, el sólido régimen de resolución para gestionar quiebras bancarias ha trasladado la carga a accionistas y acreedores, quienes ahora asumen pérdidas a través de instrumentos de absorción de deuda. Ya no se espera que los contribuyentes, mediante intervenciones gubernamentales directas o indirectas, sean los primeros en rescatar a bancos en apuros. Las suposiciones generales sobre el apoyo estatal han quedado obsoletas.
Del mismo modo, asumir que un banco incurrirá automáticamente en impago cuando el gobierno de su país incumpla sus obligaciones de deuda pasa por alto resultados más complejos y variados. Los impagos soberanos pueden tener lugar en una serie de escenarios en los que al menos algunos bancos continuarán como empresas en funcionamiento. Los impagos de un país pueden producirse de forma ordenada, incluyendo quitas negociadas, ampliaciones de vencimientos y flexibilidad supervisora. Dependiendo de los términos concretos de la negociación, los bancos pueden —o no— verse llevados al límite.
Hoy en día, un enfoque más creíble para incorporar el riesgo de un país en las calificaciones bancarias debe basarse en la solidez crediticia intrínseca de los propios bancos. Requisitos prudenciales más estrictos, mayores obligaciones de transparencia y una supervisión más exhaustiva han fortalecido de forma significativa al sector bancario de la zona euro. En comparación con los años previos a la crisis de deuda soberana europea, los bancos han reducido riesgos en sus balances, disponen de más capital, cuentan con mayor liquidez, tienen acceso a financiación más estable y se someten periódicamente a test de estrés reglamentarios.
Por tanto, aunque el vínculo entre bancos y sus países aún existe, el impacto de cada una de sus dimensiones en la solvencia bancaria debe evaluarse mediante análisis rigurosos, y no mediante suposiciones automáticas o mecánicas.
Principales canales de transmisión y su relevancia en la UE
Una fuente medible de correlación entre el riesgo bancario y el de su país de origen son las exposiciones directas de los bancos al crédito público. Esto incluye la magnitud de las carteras de bonos gubernamentales, los préstamos y la dependencia de garantías soberanas. Estos riesgos pueden capturarse eficazmente en las calificaciones mediante análisis de sensibilidad ante pérdidas. El ‘wrong way risk’ -—cuando los bancos aumentan sus posiciones en deuda soberana en deterioro, ya sea por la atracción de mayores rendimientos o por presiones políticas locales— se mitiga hoy gracias a la supervisión independiente del Mecanismo Único de Supervisión.
Una vía más incierta de correlación proviene del posible trastorno macroeconómico que puede acompañar a una crisis nacional. El abanico de resultados posibles aquí es amplio, desde medidas de alivio de deuda y programas de austeridad exigidos para restaurar la sostenibilidad de la deuda, hasta el entorno general de crecimiento y política monetaria que rodea el evento de impago. Las calificaciones bancarias pueden reflejar estos riesgos macroeconómicos de forma dinámica, mediante revisiones periódicas de los entornos operativos que recojan la evolución de las condiciones económicas.
Un tercer canal de transmisión del riesgo procede de la inestabilidad en los mercados de financiación mayorista y la volatilidad de los depósitos, fenómenos que suelen acompañar a los impagos de un país. Este canal es más difícil de prever y romper, ya que está condicionado por el comportamiento de los participantes del mercado y los depositantes. Sin embargo, ante una reestructuración nacional ordenada y negociada, las autoridades europeas harán todo lo posible por preservar la confianza pública y limitar el riesgo de contagio. Estas acciones pueden incluir garantías sobre la liquidez bancaria y/o avales supranacionales sobre los depósitos. Un sistema común de garantía de depósitos haría probablemente innecesarios estos avales si llegara a activarse en la UE.
Por último, existe una dimensión relacionada con los riesgos de transferencia y convertibilidad. Mientras el euro siga siendo un proyecto político esencial, estos riesgos deben considerarse a nivel del conjunto del área del euro.
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