Análisis

Una lluvia de dólares busca calmar a los mercados

En medio de la gigantesca crisis global generada por el coronavirus, Estados Unidos resolvió inundar de dólares su economía, buscando darle estabilidad por un lado, y tratando de calmar la avidez de los mercados por otro.

La Reserva Federal inauguró ya hace algunos días las acciones, con dos recortes de tipos de interés que dejaron a la referencia principal en cero, pero no fue suficiente, ni mucho menos. Por ello, y con buen criterio, después de un lunes catastrófico, el martes antes de inicio de la sesión americana anunció que abrirá su mano en forma indefinida, como para que no falten dólares en las empresas, grandes o pequeñas.

Por el lado del gobierno, el llamado “dinero helicóptero” que prometió el presidente Donald Trump, a quien evidentemente la crisis le quedó muy grande en su papel de mandatario de la potencia número uno del mundo, comenzará a llegar a cada estadounidense a razón de U$D 1000 por persona. Pero además, el acuerdo entre su gobierno y la oposición demócrata, a la que no le quedó margen de maniobra más que para discutir formas y no fondo, hará que aparezcan 2 billones (millones de millones) de dólares sobre una economía que aún no parece sentir a fondo la crisis.

El gobierno estadounidense saca provecho de la situación en varios aspectos. Con casi 3.3 millones de personas solicitando un subsidio por desempleo en una sola semana, un récord histórico, nadie podría oponerse a que la canilla de dólares se abra de par en par, algo que los gobiernos populistas exprimen al máximo. Hasta los gobiernos, como el de Alemania, que habitualmente se muestran con una férrea disciplina fiscal debieron esta vez dejar de lado su postura, para emitir dinero -o deuda- sin límite. Las consecuencias de estas políticas, que se justifican a la luz de lo que está sucediendo, son imprevisibles, y tal vez peores que el penoso presente que vive el mundo.

La bolsa de Nueva York no parece reparar tanto en la crisis en sí misma, y el shock de dólares le sentó bien. La situación tiene un antecedente entre 2008 y 2009, cuando la Fed por su lado, y el Tesoro por el suyo también taparon con dólares lo que aquella vez fue un descalabro financiero provocado por la total falta de control y regulación de las autoridades de esos años. Los mercados midieron fuerza con las mismas, cuando todo se había desbarrancado, y ganaron la pulseada, aunque el proceso fue mucho más lento. Los 4 billones de dólares que, a razón de 80.000 millones por mes fue inyectando la Fed durante los mandatos de Ben Bernanke y Janet Yellen forman parte de una nebulosa que en buena parte explica el estallido de la burbuja que se creó, y que terminó de explotar con el virus como motivo.

Si el problema es el virus, no hay razón que explique el repunte del 38.2% (¿no le suena de algún lado el porcentaje?) del índice Dow Jones en 4 días. Una vez más Fibonacci nos enseña que con pandemia incluida, con 2 billones de dólares en el medio y mil medidas más, con sus ratios no se puede. Pero si es una cuestión de dinero, con la crisis en plena expansión, entonces la caída no es atribuible al virus. Enigmas de los mercados, ¿verdad?

También llama la atención el mínimo del índice Dow Jones. Los futuros del mismo tocaron una línea de tendencia de nada menos que 11 años, la más larga de la historia, apenas iniciada la sesión del lunes, donde también confluye el 50% del alza que proviene de marzo de 2009, y que tuvo su máximo en los que ahora parece la prehistoria, 12 de febrero de 2020. La caída no solo coincide con estos dos puntos clave, sino que borra la mitad de los 23.000 puntos que ganó desde entonces: en otras palabras, de lo que ganó en 11 años, perdió el 50% en un mes. ¿Quiere una coincidencia más? El punto mínimo de esta semana coincide con el inicio del rally que tuvo lugar apenas Donald Trump ganó las elecciones de noviembre de 2016. Las ganancias de 4 años se fueron en unos días.

El dólar está comenzando a sentir en carne propia su abundancia, que aún no llegó a la calle. Ello explica el rally del euro, que rozó 1.1100, y el de la libra, que ni siquiera se molestó en corregir unos pocos puntos ante la declaración de Boris Johnson del viernes por la mañana acerca de su contagio del virus. Los casi 1000 puntos de ganancia que exhibe la libra en estos días, desde los insólitos mínimos de 1.1410 dejan en claro que al dólar no le llegarán momentos apacibles.

El yen también protagoniza un fuerte rally, explicable por los mismos motivos, y también por la preocupación que aún exhiben los mercados, más allá del repunte de los precios. El oro, en cambio, parecía apuntar mucho más alto de lo que finalmente dejó en la semana, aunque no es menor su rally: de los 255 dólares que cedió en pocos días, recuperó 188, con una perspectiva alcista para la semana próxima.

Los datos que vienen estarán en línea con el nivel de conmoción reinante. A la dramática cifra de pedidos de subsidio por desempleo se acaba de sumar el dato de confianza del consumidor de la Universidad de Michigan, en su nivel más bajo desde octubre de 2016.

La agenda de la semana entrante, repleta de informes, pueden pegar duro en el dólar: los datos de ISM de manufacturas, que a duras penas habían superado su línea de expansión, serán tal vez los más bajos de la historia; los de servicios, quedarán debajo de los 50 puntos, algo esperable, por primera vez desde 2010; y los datos de empleo marcarán una pérdida de puestos de trabajo cuyo último antecedente data de mediados de 2009, en plena crisis financiera de entonces.

Habrá que tener paciencia, y esperar que esta crisis sea menos larga y dolorosa. Mientras tanto, las oportunidades de negocio en un mercado bidireccional siempre seguirán apareciendo.

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