Análisis

Estados Unidos vs. China: La historia sin fin

Como si algo le faltara a la difícil situación que atraviesa el mundo producto del virus, Estados Unidos y China vuelven a enfrentarse, en un nuevo capítulo de un enfrentamiento cada vez más punzante.

Desde varias semanas atrás, Estados Unidos acusa a China de haber generado el virus en forma artificial y de haberlo expandido al mundo. China asumió una postura defensiva en una primera instancia, aunque pareció perder la paciencia con uno de sus socios comerciales más cercanos, Australia, cuando este solicitó una investigación sobre el origen del virus, y la eventual responsabilidad que le cabe al gigante asiático.

De inmediato, el dólar australiano sufrió las consecuencias, con una fuerte baja que refleja más que las consecuencias económicas de las sanciones impuestas en contra de Australia (China prohibió la importación de algunos cultivos australianos), el temor a nuevas represalias. China mostró que es capaz de ello y mucho más, aunque también quedó claro que le resulta más fácil sancionar a un país como Australia que a uno como Estados Unidos, contra el que solo lanzó amenazas.

Esta semana, la cuestión se agravó. China intenta ahora promulgar una ley que supuestamente buscar cuidar su seguridad, pero que restringe ciertas libertades individuales en Hong Kong, un pequeño estado /ciudad que intenta, sin éxito, desprenderse de la dependencia que tiene de su enorme vecino.

La reacción del mundo no fue muy elocuente, por el sencillo motivo de que quien lo haga sufrirá las mismas consecuencias que Australia. Pero los mercados, que no saben de amenazas, reaccionaron a la baja, y Nueva York cierra la semana con dudas, y de cara a un largo fin de semana. Justo un fin de semana en el cual se esperan protestas de parte de Hong Kong, con consecuencias imprevisibles. En otras palabras, cuando el martes reabra Wall Street, puede hacerlo sin mayores novedades, en el mejor de los casos, o con una gruesa baja, si la situación en el pequeño estado asiático se agrava.

El dólar se fortaleció también en forma inmediata ante las novedades, y así el euro se alejó de sus máximos de 1.1000 que tocó el jueves pese a su sobre compra evidente de los días anteriores, para cerrar con un sesgo claramente bajista la semana.

La libra esterlina también se tiñe de rojo, tal vez con mayor énfasis aún que el euro, en parte porque las cifras de ventas minoristas de abril de Reino Unido fueron furiosamente negativas: un 18% de caída, insólito e imprevisible hasta hace pocas semanas.

El yen, siempre más prudente y listo para actuar en caso de emergencia, se mantiene sin muchos cambios. Su “colega” como activo de refugio, el oro, sí dio que hablar. El metal precioso esta vez brilló más que nunca y llegó a 1765 dólares por onza, un nuevo máximo desde octubre de 2012, y todo indica que irá por mucho más muy pronto. La zona de 1820 dólares aparece en el horizonte cercano.

También estuvo muy presente el petróleo. Luego de su brutal caída del mes pasado, su recuperación se hace muy tangible, y llegó este jueves a rozar los 35 dólares (futuros del WTI), para cerrar cerca de ese nivel. El aumento de demanda por parte de China (principal importador de la materia prima), le devolvió impulso alcista al petróleo, que tiene mucho por ganar en los próximos tiempos, en especial si Estados Unidos y Europa comienzan lentamente a retomar su vida normal.

La última semana del mes luce escasa de informes relevantes. Y aunque lo fueran, no se esperan más que cifras negativas. De ello dio cuenta la Fed días atrás, cuando su presidente, el Sr. Powell, reiteró que la entidad está lista para seguir actuando. Una obviedad que le da tranquilidad a los mercados de bolsa, y que los sostiene cuando no hay fundamento alguno que explique sus alzas. El divorcio entre Wall Street y la economía es cada vez más grande.

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