El Dólar estadounidense mantiene su dominio pese a entrar en su mayor fase de debilidad en una década
En 2025, el Dólar estadounidense atraviesa su fase de debilidad más pronunciada en más de una década. Tras años de revalorización estructural, la tendencia se ha invertido con la llegada al poder de la nueva Administración estadounidense a principios de año. El Dólar ponderado por el comercio exterior se ha depreciado de forma notable tanto frente al euro como frente a numerosas monedas de mercados emergentes. Paralelamente, el precio del oro, medido en dólares, ha experimentado un aumento excepcionalmente fuerte.
Para Werner Krämer, economista de Lazard Asset Management en Alemania, esta evolución no es casual: «La debilidad del Dólar estadounidense refleja los efectos disruptivos de un reajuste de la política interior y exterior que pone en tela de juicio elementos centrales del orden mundial actual. Estamos asistiendo a la primera prueba de fuego real para la moneda de referencia mundial, provocada no por choques externos, sino por autolesiones políticas».
Incertidumbre política y arrogancia fiscal
Según Krämer, uno de los principales factores de presión es la creciente duda sobre la estabilidad fiscal de EE.UU. «Con el “One Big Beautiful Bill”, Washington ha aprobado un programa de gastos que carece de cualquier tipo de financiación», señala. «La carga de intereses del presupuesto federal asciende ahora al 17% del gasto público, más que el presupuesto de defensa. Se trata de un punto de inflexión histórico». A ello se suma una polarización política cada vez más acusada. El debate sobre el papel y la independencia de la Reserva Federal inquieta a los inversores. «El dólar estadounidense está perdiendo parte de su base política, que se ha mantenido estable durante décadas», advierte Krämer. «Esta incertidumbre se refleja cada vez más en la moneda».
El fin de los mecanismos tradicionales
Otro elemento llamativo es que las relaciones tradicionales entre los tipos de interés y los tipos de cambio ya no funcionan con la misma fiabilidad. «Antes, una subida de los tipos de interés en EE.UU. provocaba casi automáticamente entradas de capital y un Dólar más fuerte», señala Krämer. «Hoy observamos lo contrario: los inversores valoran riesgos políticos que en ciclos anteriores no tenían importancia». El conocido patrón de la «sonrisa del Dólar», según el cual la divisa se aprecia tanto en fases de expansión como en periodos de tensión, también ha perdido vigencia. Ni siquiera las tensiones geopolíticas o el aumento de la volatilidad del mercado generan ya una huida automática hacia el dólar. «Se trata de una ruptura estructural con las dinámicas anteriores», subraya.
Desplazamientos en los flujos de capital globales
Para muchos inversores internacionales, esta evolución tiene implicaciones directas. Tras años de sobreponderación, estarían comenzando a reducir su exposición al Dólar y a diversificar más ampliamente sus carteras. Esto beneficiaría especialmente a los mercados emergentes: un Dólar más débil reduce la carga real de la deuda en esas economías, fortalece las monedas locales y facilita las entradas de capital. «Este cambio aumenta la independencia económica de muchos mercados emergentes, desde América Latina hasta el sudeste asiático y África», explica Krämer. Los bancos centrales asiáticos ya han intervenido en varias ocasiones para frenar la apreciación excesiva de sus monedas. «Estas reacciones globales muestran que la estructura de poder en el sistema monetario internacional está cambiando gradualmente». Aun así, el dominio estructural del Dólar permanece intacto. Alrededor del 88 % de las transacciones de divisas y casi la mitad de los pagos internacionales siguen realizándose en dólares. «La profundidad y la liquidez de los mercados de capitales estadounidenses, la estabilidad institucional y la base de confianza global siguen siendo únicas», apunta el experto.
La digitalización como motor silencioso del cambio
Además de los factores políticos y económicos, los avances tecnológicos también están redefiniendo el panorama monetario. Krämer distingue entre stablecoins y monedas digitales de bancos centrales (CBDC). «Las stablecoins están vinculadas en un 99% al dólar estadounidense y, de hecho, amplían el alcance del billete verde. Son extensiones digitales de la moneda de referencia», afirma. «Las CBDC, por su parte, tienen el potencial de permitir sistemas de pago bilaterales que eluden el dólar como moneda de liquidación». Actualmente, 137 países están probando versiones de monedas digitales. Aunque este entorno no pone en peligro la posición dominante del dólar a corto plazo, podría cuestionar a largo plazo la necesidad de un ancla monetaria global única.
Perspectivas: debilidad moderada, sin pérdida de control
Krämer espera que la debilidad del Dólar persista en los próximos trimestres, aunque sin derivar en una crisis. «Es probable que la Fed continúe bajando los tipos de interés, aunque lo hará previsiblemente a un ritmo más prudente, mientras que el BCE y el Banco de Japón se acercan a sus puntos de inflexión en materia de política monetaria o ya los han superado», señala. «Esto apunta a un ajuste gradual, no a una caída abrupta». Su conclusión es clara: «No vemos un colapso del dominio del dólar estadounidense, sino una reevaluación realista. El Dólar seguirá siendo la columna vertebral del sistema financiero mundial, pero los inversores le asignarán una prima de riesgo algo más alta en el futuro y adaptarán sus estrategias de cobertura en consecuencia».
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