Análisis

Crece el empleo, la bolsa se enoja

La teoría, por lo menos difícil de digerir, de “cuanto peor, mejor” vuelve a estar presente en la bolsa de Nueva York. Los datos de empleo de julio mostraron un fuerte crecimiento de las nóminas no agrícolas, quedando en su mejor nivel desde febrero pasado, con una tasa de desempleo que llegó a su punto más bajo desde antes de la pandemia.

La entrada en recesión de la economía estadounidense, motivada en buena parte por los altísimos niveles de inflación, no son obstáculo para la creación de empleo, que es la variable que mas resguarda la Fed, para defender su argumento de aumentar la tasa de interés como lo hace, y para combatir una inflación que el propio banco central generó.

Festeja la Fed este informe. La bolsa de Nueva York, no. Se supone que la generación de empleo en máximos de varios meses es un buen incentivo para las acciones. Pero el divorcio entre la bolsa y la economía real es cada día más visible, y así como cuando a fines de marzo de 2020, y realmente comenzó la terrible secuencia de víctimas de la pandemia, las acciones se dispararon ante el “estímulo ilimitado” del Sr. Powell, esta vez, un buen dato de empleos provoca todo lo contrario.

La Fed mantiene con cifras como estas intacto su poder de fuego, y puede proyectar no solo un aumento de tipos en septiembre en un 0.75% como ya deslizó Powell pocos días atrás, sino también para los próximos encuentros, los últimos dos del año.

La Fed deja de lado la recesión, que indirectamente también provocó, y navega ahora en una estanflación, que combina la caída del PBI, con una inflación que por ahora no da señales de calmarse, con altos niveles de empleo. Una ecuación difícil de desenredar.

El dólar se hace fuerte nuevamente en todos los frentes, luego de mostrarse algo titubeante durante las sesiones anteriores. Lejos de sus máximos ante las monedas europeas, pero mostrando que tiene con qué pelear, el billete pone en apuros al euro, que rozó 1.0300, y a la libra, nuevamente en la zona de 1.2000. La libra se ve atacada por el dólar, y también por el fuego amigo del Banco de Inglaterra, luego del sombrío panorama expuesto por el gobernador Bailey el jueves. Con el combustible a razón de 2 libras por litro, es difícil no estar preocupado.

El panorama general de los mercados no ha cambiado. El euro deberá esperar una buena oportunidad para saltar por encima de 1.0500 y cambiar su actual tendencia bajista, la libra deberá hacer lo propio con 1.2500, y el yen, mucho más lejos de alcanzar cualquier meta alcista, solo puede acercarse a 130.00.

La señal de que el dólar podía hacer lo que hizo este viernes la dio el oro. El metal precioso recuperó 125 dólares desde sus mínimos de dos años que tocó en julio, pero nada pudo hacer contra la línea de tendencia bajista medible en el gráfico diario, que proviene de sus máximos anuales, en 2070 dólares. El retroceso que presenta la onza en estas horas tiene algún atenuante en la zona de 1765 dólares, pero no le será fácil volver sobre sus pasos y superar los 1800 dólares en poco tiempo.

Los índices bursátiles, que estuvieron operando en máximos de varios meses esta semana, finalizan la misma algo desteñidos, y con caídas amargas. El razonamiento es tan sencillo como evidente la responsabilidad de la Fed en la materia: le inyectó tanto dinero y durante tanto tiempo a la bolsa a través de distintos planes, que ahora la propia bolsa reacciona cuan niño caprichoso cuando se le quita su juego favorito. Cualquier análisis de acciones queda de lado ante una situación como esta. Y, amigo lector, no le pido que me crea: verifíquelo en los gráficos.

El próximo miércoles se conocerá el dato de inflación de julio. La baja sustancial del petróleo puede tener un efecto de alivio en el costo de vida general, aunque no en el subyacente, que es el que más hay que tomar en cuenta. De este resultado depende la suerte del dólar durante todo el resto de la semana.

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