Canadá acoge una cumbre del G7 de alta tensión: Qué está en juego
|Del 15 al 17 de junio, los líderes de las democracias económicas más grandes del mundo se reúnen en las Montañas Rocosas canadienses para una Cumbre del G7 de alto riesgo. En Kananaskis, en un entorno tan majestuoso como aislado, Canadá alberga esta cumbre en un contexto de fragmentación geopolítica, rivalidades comerciales intensificadas y la reconfiguración de los equilibrios globales.
La reunión de los líderes de los siete países más ricos – y otros invitados especiales – se lleva a cabo bajo la sombra de la guerra arancelaria desencadenada por el presidente estadounidense Donald Trump y la amenaza de una guerra entre Irán e Israel. ¿Qué está en juego para los principales participantes?
Canadá: una presidencia de prueba para Mark Carney
Para su séptima Cumbre del G7 como país anfitrión, Canadá tiene la intención de afirmar su liderazgo renovado. El primer ministro Mark Carney, exgobernador del Banco de Canadá y del Banco de Inglaterra, se centra en tres prioridades: seguridad global, transición digital y nuevas alianzas económicas.
A través de esta presidencia, Carney busca reubicar a Canadá como un jugador clave entre las principales potencias occidentales y las economías emergentes.
También está tratando de pasar la página sobre tensiones diplomáticas pasadas, en particular con el primer ministro indio Narendra Modi, quien fue invitado a la cumbre a pesar de las feroces críticas internas. Los intereses son dobles: fortalecer las asociaciones en energía y minería mientras se restaura la coherencia de la política exterior canadiense.
Estados Unidos: el regreso de Trump al G7 es una carta comodín
El regreso de Donald Trump a la mesa del G7 es uno de los aspectos más observados de esta cumbre. Con su segundo mandato, el presidente estadounidense llega con una agenda contundente: amenazas de aumentos arancelarios, presión bilateral sobre Europa y Japón, y escepticismo sobre cualquier declaración multilateral.
Las negociaciones con Canadá sobre el levantamiento de aranceles – a cambio de un aumento en el gasto militar canadiense – podrían llevar a un avance.
Pero la sombra de Trump se extiende mucho más allá de los impuestos. En varias ocasiones en los últimos meses, el presidente estadounidense ha planteado públicamente la idea de convertir a Canadá en el "51º estado de los Estados Unidos", una provocación que ha conmocionado profundamente a la gente al norte de la frontera.
El episodio ilustra el clima de incomodidad en el que se llevará a cabo este G7, incluso cuando Trump nuevamente pisa suelo canadiense, bajo alta protección, en virtud de una excepción diplomática especial para jefes de estado extranjeros condenados.
Además, la amenaza de un "G7 menos uno" aún persiste, como lo hizo en 2018, cuando Trump cerró la puerta en el último minuto. Su postura ambigua sobre la guerra en Ucrania y sobre el tope al precio del petróleo ruso complica cualquier intento de consenso.
Francia: Macron en busca de equilibrio
Debilitado por una mayoría parlamentaria inestable, Emmanuel Macron espera mantener el rumbo en el apoyo a Ucrania, la soberanía digital y la transición energética. Pero tendrá que navegar entre la agenda estadounidense, las ambiciones alemanas y las divergencias internas europeas.
La coordinación con Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, será, por lo tanto, esencial para asegurar una voz europea coherente sobre las sanciones contra Rusia.
Alemania: Merz, el pragmático en un campo minado
El nuevo canciller Friedrich Merz llega a Kananaskis con una reputación de pragmatismo económico. Su objetivo: mantener el compromiso de Occidente con Ucrania, mientras limita el impacto de las sanciones en la industria alemana.
Aboga por una línea dura contra Rusia, pero también por un progreso concreto en la resiliencia industrial europea frente a las cadenas de suministro chinas.
Reino Unido: Starmer, el europeo asertivo
Recientemente elegido, Keir Starmer encarna una ruptura con la era posterior al Brexit. Quiere reconstruir puentes con Europa y las instituciones multilaterales, demostrando una disposición a cooperar en comercio, seguridad energética y regulación de la inteligencia artificial.
Londres también llega con una ventaja estratégica significativa: hasta la fecha, el Reino Unido es el único país del G7 que ha firmado un acuerdo comercial bilateral con los Estados Unidos.
Keir Starmer podría buscar capitalizar esta relación privilegiada para aumentar su peso en las negociaciones económicas del G7, mientras actúa como mediador entre las ambiciones estadounidenses y la reticencia europea.
Italia: Meloni como guardiana de la unidad atlántica
Albergando la cumbre en 2024, Giorgia Meloni llega con experiencia en el formato y la intención de mantener una postura firme contra Moscú, mientras se mantiene alineada con Washington. Pero Roma está atenta a lo que sucede en Pekín y busca proteger a sus exportadores.
En cuestiones de migración y seguridad en el Mediterráneo, es probable que Roma pida una mayor solidaridad entre los países del norte y del sur de Europa.
Japón: Ishiba a la defensiva
El nuevo Primer Ministro de Japón, Ishiba Shigeru, asistirá a su primera Cumbre del G7 en un contexto tenso con China. Tokio espera obtener garantías sobre la seguridad en el Indo-Pacífico, mientras asegura acuerdos sobre minerales críticos, IA y ciberseguridad.
Japón también sigue muy preocupado por una posible devaluación del Yen japonés (JPY), que las conversaciones sobre divisas del G7 podrían influir.
La Unión Europea: unidad frágil, diplomacia activa
Representada por Ursula von der Leyen y António Costa, la Unión Europea (UE) quiere desempeñar un papel central en la coordinación de sanciones contra Rusia. Sin embargo, debe lidiar con las líneas divergentes adoptadas por París, Berlín y Roma.
En comercio, tecnología y clima, la UE está presionando por compromisos firmes, pero sabe que Trump podría torpedear cualquier texto que sea demasiado vinculante.
Países invitados: entre la apertura estratégica y la diplomacia tensa
La cumbre de Kananaskis acoge a una amplia gama de países no pertenecientes al G7 - incluidos India, Brasil, México, Sudáfrica, Corea del Sur, Indonesia, Ucrania y Australia.
Estas invitaciones demuestran el compromiso de Canadá de expandir su diálogo con potencias clave del Sur Global y fomentar una dinámica de coalición sobre cuestiones globales.
India, a pesar de las tensiones bilaterales con Ottawa, es vista como un socio esencial para discutir energía, tecnología y estabilidad en el Indo-Pacífico.
Ucrania busca apoyo, particularmente de Donald Trump, mientras que México y Canadá podrían iniciar un diálogo tripartito sobre la reforma del acuerdo comercial USMCA.
Para países como Brasil, Sudáfrica y Corea del Sur, también se trata de demostrar su creciente papel en la gobernanza global, en un momento en que el G7 intenta seguir siendo relevante ante la aparición de los BRICS y formatos alternativos.
Para Mark Carney, este "G7+" es un intento de construir puentes en un mundo polarizado.
Pero esta apertura también acentúa las líneas de falla: las rivalidades Este-Oeste y Norte-Sur, así como desacuerdos sobre la gobernanza global, corren el riesgo de eclipsar las ambiciones canadienses.
Una cumbre para preservar, en lugar de transformar
Se espera que el G7 de Kananaskis no cambie el mundo. Pero en un contexto de guerra, tensiones comerciales y emergencia climática, aún puede servir como una brújula política.
Para Mark Carney, el desafío será mantener el diálogo y prevenir que el formato se implosione. Para los mercados y los ciudadanos, cualquier señal de estabilidad o cooperación ya será una victoria.
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