La semana que termina dejó un sabor agridulce para el dólar. Si bien se mantuvo firme en prácticamente todas las paridades, hubo algunos indicios de que su fulminante rally de las semanas anteriores está entrando en un nivel de agotamiento. Esto es, diríamos, hasta saludable para la moneda norteamericana, dado que un alza demasiado pronunciada sin pausas tendría una corrección del mismo tenor.
Pero todo tiene una explicación. El dólar viene ganando posiciones velozmente desde que los Bonos del Tesoro comenzaron a presentar rendimientos extraordinarios, al punto que llegaron a máximos de varios años el pasado lunes. Desde el martes, se observó una corrección de los mismos, que llevó consigo al dólar. Agregado a ello, las Minutas de la última reunión de política monetaria de la Fed dejó un mensaje algo ambiguo, podríamos decir tibio. Si bien quedaron las puertas abiertas para un alza de tasa de interés en junio, ello ya está prácticamente descontado por los mercados; la expectativa era ver si la Fed tenía un discurso algo más duro, y no lo tuvo.
Con la inflación al tope del objetivo del organismo, de todos modos, no podrá demorarse mucho en tomar acción: el 2% ya está aquí, para quedarse, con un mercado laboral también a tope, y una tasa de desempleo en mínimos de más de una década. Y si no son tres, sino cuatro los aumentos de tipos en 2018 (ya hubo uno y viene pronto el de junio), la moneda líder tiene un amplio campo de ganancias por delante.
Ello justifica que, pese a que a mediados de semana los pares del dólar comenzaron a mostrar el agotamiento antes mencionado, solo lograron correcciones muy puntuales, sin poner en peligro la tendencia de mediano plazo, que en todos los casos favorecen al billete verde.
No extraña, pues, ver al euro y a la libra Esterlina en mínimos del año, con el primero en franca caída, y con la moneda británica esperando novedades del Brexit.
El caso del euro es el más previsible: con el dólar en velocidad, impulsado por los bonos y la Fed, y el BCE acomodando su discurso a cifras que otra vez genera cierta inquietud por el futuro de la Eurozona, a la moneda única no se le puede augurar un futuro alcista, ni mucho menos. La zona de 1.1500 aparece ya cercana, cuando hace menos de 90 días apuntaba a 1.3000. Con cifras macro que no cambiaron sustancialmente, es claro que los bonos volcaron la balanza a favor del dólar.
La libra Esterlina se debate entre volver a buscar 1.4000 y caer de 1.3000, sin escalas importantes. El Brexit luce como una cuestión confusa, complicada, y con muy poco sentido, pero el tiempo pasa, y los plazos se vencen. Una versión que indicaba una demora en los efectos del Brexit de aproximadamente dos años fue el motivo de una pausa en el desplome de la libra. Con la duda despejada, la moneda británica volvió a caer, y presenta una perspectiva bajista para los próximos días.
Pero mientras las monedas europeas sufren estas desventuras, las cosas comenzaron a complicarse nuevamente en la política internacional. Los líderes de Estados Unidos y Corea del Norte habían acordado una extraña cumbre en Singapur, prevista para dentro de unos días. Un equilibrio que lucía delicado, extraño y casi imposible de sostener. Y duró muy poco además. La semana quedará probablemente en la memoria por la nueva escalada de amenazas mutuas entre los gobiernos de ambos países, que en esta oportunidad ya incluye un tono más bélico.
Este conflicto, cuya etapa de calma fue no más que una pérdida de tiempo para el mundo, allanó el territorio para dos activos que suenan fuerte cuando las cosas se complican: el yen y la onza de oro. Hace tiempo, el franco suizo cumplía la misma función, pero desde que en enero de 2015 el Banco Nacional de Suiza metió la mano en la paridad contra el euro, dejó de ser confiable.
El yen y el oro quedaron, pues, fuera de las garras del dólar, y lograron hacer pie al cabo de la semana. Claro que lo hicieron con mucho esfuerzo: hace pocas semanas, la declaración de Trump contra Corea del Norte hubiera merecido un rally del yen poco menos que memorable. Los pares “cruzados”, al menos los que incluyen al yen, son los que mejores oportunidades brindan en estas horas: sus bajas, algo previsibles desde hace varios días, son amplias y veloces.
Por su parte, el oro logró acomodarse por encima de 1300 dólares, apoyando de este modo al dólar australiano, que también encontró impulso en algunos datos de China que lo favorecieron.
La última semana de mayo aparece como interesante desde varios aspectos. Al renovado conflicto antedicho, se le suman algunas cifras que, si bien no son de lo más impactantes en los precios, ayudan a fijar tendencia. Así, el PBI preliminar de Estados Unidos es lo más importante que se verá en los próximos días.
La encuesta de confianza del consumidor del Conference Board, y los anuncios de política monetaria del Banco de Canadá también aportarán lo suyo. Sobre todo estos últimos, en momentos en que el Loonie se acerca a 1.3000, ante la baja que sufre el petróleo en estas horas.
Pero también comienzan a reflejarse los datos de empleo. El miércoles será el turno de la encuesta ADP, un anticipo del dato de nóminas de empleo, publicada por el Departamento de Trabajo, y que está previsto para el viernes. Allí sí se puede esperar un alto impacto en los precios del dólar. Si nada extraño sucede, y las cifras ayudan, la moneda estadounidense podría acelerar su rally, justo en el comienzo de un mes que lo puede ver nuevamente ganador.
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