Educación

¿Cómo ganar cuando pierdes?

Este artículo ha sido escrito por Boris Schlossberg.

El mundo el deporte no hay una posición en el campo más paranoica que la de un portero de hockey. Te conviertes, en todos los sentidos, en un escudo humano usado como objetivo durante los entrenamientos. Tu trabajo consiste en parar el aguijón cabreado de un disco de goma que vuela hacia a ti a más de 160 kilómetros por hora, mientras intentas comprender el sentido del torbellino continuo que hay frente a tu portería. Aunque juegas en un equipo, se puede decir que estás esencialmente solo. No puedes ganar los partidos, pero sí puedes perderlos. 

A nadie le extraña, por tanto, que los porteros de hockey tiendan a ser, digamos, algo “peculiares”. Durante mi desaprovechada juventud como guardameta, no dudaba en arrojar mi máscara, un guante, el stick, o cualquier otra cosa que tuviera en mis manos, a los pobres defensas, con sólo que me sintiera ligeramente insatisfecho con su posición. Volcaba sobre ellos todo un torrente de abusos verbales que no lanzaría ni sobre mi peor enemigo. Y, sin embargo, estos grandes y fornidos chicos, que en otras circunstancias podrían romperme el cuello en dos sin ni siquiera sudar, aceptaban dócilmente todos mis delirios. Tal es el poder de un portero de hockey. 

Hace algunos años, el New York Times publicó un artículo tratando lo que los sociólogos denominan rasgos “no normativos” de ser un portero de hockey. Ahí estaba Bernie Parent, el afamado guardameta de los Broad Street Bullies, que se echaba una siesta con su pastor alemán todos los días. Y el caso de otro portero de la liga NHL, que, durante los descanso entre periodos, se quitaba compulsivamente el uniforme para ducharse, en un elaborado ritual supersticioso. Sin embargo, mi favorito era Gilles Gratton, que como escribe el New York Times, rebotaba de equipo en equipo en las ligas menores en los años 70, antes de acabar su carrera en el St. Louis Blues y en los New York Rangers. 

A Gratton le gustaba patinar desnudo en ocasiones, llevando tan solo su máscara de portero, y se negaba a jugar si los astros no estaban alineados adecuadamente. Creía que en una vida anterior había sido un verdugo que lapidaba a gente hasta la muerte, y que estaba destinado a convertirse en portero como castigo (el receptor de lapidaciones, por así decirlo).

Aunque los porteros rara vez marcan goles, cualquier jugador de hockey, que se precie como tal, te dirá que no puedes ganar un partido si no tienes uno bueno, y es precisamente por eso que la historia de Martin Brodeur resulta tan interesante. 

Brodeur era el inimitable guardameta del New Jersey Devils, que estuvo más de 20 años en la liga. Sin duda es una de los porteros con más talento de la historia de la NHL, pero lo que hace a Brodeur único es su habilidad para recuperarse de las pérdidas. 

En un perfil sobre él, el New York Times escribió: “La gente del hockey dice que la fortaleza particular de Brodeur radica en su habilidad para recuperarse de un mal gol, o de un mal partido, y no dejar que le corroa. La liga de hockey fue parada durante la primera mitad de esta temporada, y durante la concentración truncada de los Devils del mes pasado, se podía apreciar cómo odia que le metan goles, incluso cuando entrenan, golpeando su stick o moviendo su cabeza con disgusto tras uno de esos goles. Pero la nube pasa rápido, y entonces vuelve a rebotar sobre sus patines y a buscar más discos que despejar. Lou Lamoriello, el director general de los Devils, dice: La fortaleza mental de Martin, y su capacidad para superar un mal partida, es simplemente extraordinaria. 

“A medida que me hago mayor, me voy dando más cuenta de que no hay mejor habilidad en la vida que la capacidad para recobrarse de la adversidad". Y esto es especialmente cierto en lo que se refiere a los mercados financieros, que como el disco de hockey que viaja a 250 kilómetros por hora, hará todo lo posible para noquearte la cuenta cada día.

Cuando somos jóvenes pensamos que somos invencibles, y por lo tanto no le damos mucha importancia a la necesidad de recuperarnos, asumiendo que nuestro cuerpo y nuestra mente se repondrán. Pero a medida que nos hacemos mayores, y esperemos que más sabios, comenzamos a respetar más el proceso de la recuperación. Cuando era joven, tuve la mala pata de pillar seis neumonías antes de los veinte años. El resultado fue que mis pulmones estaban machacados, y cuando pillaba un catarro normalmente se convertía en un largo mes de infecciones bronquiales que convertían los inviernos de Nueva York en una miseria constante. 

Pero a medida que me hice mayor comencé a tomar mucho más en serio mi condición. En lugar de intentar pasar de ello, comencé a dejarlo todo al más mínimo signo de resfriado, meterme en la cama, beber 6 litros de agua, e intentar dormir 12 ó 14 horas de golpe. Haciendo esto, conseguí reducir mi tiempo de recuperación de una media de tres semanas a sólo unos pocos días, y he tenido muchos menos resfriados a mis cincuenta, que a mis treinta. 

En cuanto al trading se refiere, la habilidad para recuperarnos es muchísimo más importante que la habilidad para ganar. No importa lo mucho que lo intentes, no importa lo bueno que sea, no importa lo robusta que sea tu estrategia, porque terminarás perdiendo. Y será justo en ese punto donde se determinará el verdadero éxito. 

Al igual que mis resfriados, he aprendido a lo largo del tiempo, que recuperarte de tus pérdidas depende mucho menos de tener razón, y mucho más de tener operaciones pequeñas. Operaciones de menor tamaño conllevan pérdidas absolutas mucho menores, lo que te dará tiempo para evaluar a los mercados con la cabeza mucho más fría. No te precipitarás en la misma operación, no intentarás recuperarlo todo de golpe, y no tendrás que soportar la carga de tus pérdidas por días interminables. Como Martin Brodeur, te darás cuenta que la oscuridad pasará, y que el mañana traerá otro día lleno de oportunidades para enfrentarse cara a cara con el mercado. 

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