El nuevo 1995: Por qué podríamos estar solo a mitad del gran rally de la inteligencia artificial
|Hay épocas en las que los mercados se vuelven espejos del tiempo. Momentos en que la historia económica parece repetirse con otros nombres, nuevas empresas y diferentes siglas, pero con el mismo pulso de euforia y transformación.
En 1995, Internet comenzaba a tomar forma como un fenómeno global. Netscape salía a bolsa, Amazon apenas daba sus primeros pasos y el mundo financiero, sin saberlo, estaba presenciando el inicio del rally más emblemático de una generación: el boom de las “punto com”. Hoy, tres décadas después, podríamos estar viviendo algo similar. Solo que esta vez, el epicentro no está en la web, sino en la inteligencia artificial.
El mercado actual no vibra solo por la expectativa de beneficios; vibra porque percibe una revolución tecnológica en marcha. La IA ya no es una promesa lejana: es una herramienta presente en todas las industrias. En salud, predice enfermedades; en finanzas, optimiza portafolios; en manufactura, automatiza líneas enteras; en educación, personaliza el aprendizaje. Todo esto se traduce en una narrativa que atrae liquidez, inversión y entusiasmo. Y si algo enseña la historia es que los grandes rallys nacen de las narrativas que logran conectar innovación con posibilidad económica.
Los datos respaldan la magnitud del momento. El mercado global de inteligencia artificial generativa pasará de 49 mil millones de dólares en 2024 a más de 2.4 billones en 2035, con una tasa de crecimiento superior al 40% anual. Cerca del 70% de las empresas del mundo ya usa IA en alguna parte de su operación, y la inversión en startups del sector se ha duplicado en apenas un año. Es decir, el capital no se está retirando: está apostando.
Esa es una diferencia fundamental con otras etapas del ciclo económico. Aunque la liquidez global se haya moderado respecto a los años de tasas cero, el dinero sigue fluyendo hacia donde percibe futuro. Y el futuro, hoy, tiene dos letras: I-A.
En 1995 nadie imaginaba que las burbujas tecnológicas serían también incubadoras de los gigantes que definieron el siglo XXI. Hoy sucede lo mismo: en medio del ruido de las valoraciones y la especulación, se están gestando los cimientos de la próxima infraestructura económica global.
Muchos analistas insisten en hablar de cautela o de sobrevaloración. Pero quizá el error sea mirar este fenómeno con los lentes del pasado sin reconocer su escala actual. La IA no es solo un sector; es una capa transversal que redefine productividad, creatividad, velocidad y decisión en todas las industrias. Y cuando una tecnología tiene esa capacidad estructural, los ciclos se amplían. No significa que no habrá correcciones, pero sí que el horizonte de expansión puede ser mucho más largo de lo que creemos.
Por eso no sería exagerado decir que podríamos estar en la mitad del rally, no al final. Cada avance tecnológico —desde los chips especializados hasta los modelos de lenguaje, desde la automatización industrial hasta la IA aplicada al clima— está alimentando un motor que todavía no ha alcanzado su velocidad máxima. Los retrocesos que vemos son respiraciones, no señales de agotamiento.
El mercado, en el fondo, no se mueve solo por ganancias. Se mueve por visión. Y hoy, la visión global está enfocada en un nuevo paradigma de inteligencia que conecta software, datos y humanidad. Así como Internet cambió la forma en que nos comunicamos, la IA está cambiando la forma en que pensamos, producimos y decidimos.
Puede que estemos viviendo el nuevo 1995. Una era donde la tecnología vuelve a despertar la imaginación colectiva y donde el capital, lejos de replegarse, está construyendo su próxima gran apuesta. Habrá exceso, habrá ruido, habrá euforia. Pero también habrá transformación, y en ese equilibrio se escribe la historia de todos los ciclos que realmente valen la pena.
Si la historia rima, este no es el fin de un rally: es apenas el intermedio.
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